Navidad = comprar, tirar, comprar.
Imagen recuperada de: Blogger,2012.
La Navidad está inmersa en
cualquier lado, comemos Navidad. Algunos creen en la moral y deciden estar más
animados. Los comerciales de televisión nos instan a comprar productos
“necesarios”, las ofertas endulzan el oído y el buen fin ha terminado. ¿Nos
detendremos a pensar si hay algo más allá que simple publicidad? A veces me pregunto, ¿por qué las abuelas
guardan todo? Tratan de darle un uso más a algo que para mí ya no tiene sentido
tener. He ahí una clave para este tipo de economía. Desde la incursión del
sistema económico neoliberalista, el estilo fordista de producción de
mercancía, las necesidades de la guerra, la aceleración de la producción y PIB
de un país; todo esto influye en la ideología dirigida al dinero.
Todo indica que el sistema económico global
quiere que compremos, para después tirar el producto y, en seguida, seguir comprando. Los productos
ahora sirven a algo que llamamos obsolescencia programada. Esta ideología sirve
a los empresarios, ya que obtendrán más ganancias de las debidas. Esto se
traduce en “crear” productos que duren menos para que así las personas sigan
comprando. Así reducirán costos en la producción que es de menor calidad y el
consumidor comprará a modo religioso. ¿Habrán notado cuántos focos compramos al
año, además, saben que existe un foco que ha durado más de cien años? No es
ciencia ficción, pero este foco no fue bienvenido ya que no le convenía al
sistema capitalista.
El poder económico es y seguirá siendo el que
toma decisiones sobre todo lo demás. Le llamamos trabajo a algo que en latín significa
“tres palos” y este es, en realidad, un instrumento de tortura. Las empresas
contratan trabajadores que pierden más tiempo del que deberían, se aletargan en
jornadas que parecen interminables y, todo ello, para recibir una paga que no se
adecua al sistema tan demandante. La inflación de los productos es notoria, los
préstamos a crédito parecen impagables y la televisión nos sonríe. Ese vacío
que sentimos algunas veces parece llenarse al comprar algo. No pensamos en el
futuro, sino en algo hedonista, el placer inmediato. Analizamos, quizá, ¿ese
producto tiene una minusvalía y la vida
de éste será más corto que los pagos de la tarjeta de crédito?
¿Realmente a la publicidad le
interesa el bienestar de la sociedad si le infunde ideas consumistas que harán
ver mermada su libertad? Lo que poseemos termina por poseernos. Además, no
sabemos adónde van todos esos desechos de los productos que dejaron de
servirnos. Japón, India, China, entre otros lugares, tienen un sistema
fraudulento para que en sus ciudades permanezca eso que no sirve de países de
Europa y Estados Unidos. La contaminación en los países desarrollados no se
aprecia, pero en los países que no tienen la fortaleza económica aceptarán ser
subordinados y humillados de miles de maneras con tal de recibir algún préstamo
o un diezmo. Entonces, esos países “pequeños” tendrán, por alguna razón, los índices más altos de contaminación. Esto afecta a la sociedad que vive entre esos
escombros. Llegan a presentar problemas en la piel, cáncer en vías
respiratorias, radiación, etcétera.
Fuera de todas las reflexiones llegamos a casa, encendemos el televisor
y vemos que aquellos renos y Santa Clauses
presentan una felicidad desorbitada. Parecerían locos, pero para
nosotros tendrían algo de sentido, porque estamos tristes y sabemos que tenemos
deudas y los conflictos familiares arrecian. Decidimos regalarle un cachito de
felicidad a aquella persona, aunque paguemos con la nuestra.
Ana Gabriela González López
Eres libre?
ResponderEliminarVive un dia sin dinero!
Estoy consciente que somos presas de la mercadotecnia, ojalá reflexionemos y si probemos un poco de austeridad, que seguramente, además de no meternos en líos de dinero, nos enteraremos de que la felicidad son las personas
ResponderEliminarNadie se da cuenta de que nos quieren que consumamos y compremos todo el tiempo. Tambien hay mucha gente con hambre y no lo vemos.
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